IDENTIDAD: DE LO PERSONAL A LO SOCIAL. UN RECORRIDO CONCEPTUAL.
Lupicinio Íñiguez, Unitat de Psicologia Social, Departament de Psicologia de la Salut i de Psicologia Social, Facultat de Psicologia, Universitat Autònoma de Barcelona (da Crespo, E. (Ed.) (2001) La constitución social de la subjetividad. Madrid: Catarata. P.: 209-225) / scaricare il testo da QUI .pdf 94 Kb

 

La identidad es, por encima de todo, un dilema. Un dilema entre la singularidad de uno/a mismo/a y la similitud con nuestros congéneres, entre la especificidad de la propia persona y la semejanza con los/as otros, entre las peculiaridades de nuestra forma de ser o sentir y la homogeneidad del comportamiento, entre lo uno y lo múltiple.
Pero la identidad es también un constructo relativo al contexto sociohistórico en el que se produce, un constructo problemático en su conceptualización y de muy difícil aprehensión desde nuestras diferentes formas de teorizar la realidad social.
Mi propósito en este ensayo es precisamente problematizar ambas cuestiones, es decir, tanto la dimensión experiencial que nosotros tenemos como miembros competentes de nuestra sociedad como la dimensión teórico-conceptual que la produjo y la sustenta.
En la dimensión experiencial de la identidad lo relevante es considerarla en el contexto social de nuestras relaciones e intercambios con los demás. En esas relaciones, resulta necesario, como es fácil de admitir, tanto una identificación con quienes nos rodean como una diferenciación estricta respecto de ellos y de ellas. La identificación nos garantiza la seguridad de saber quiénes somos y la
diferenciación nos evita confundirnos con los demás. Los reclamos de especificidad tan habituales en nuestra comunidades, tanto en el nivel de lo individual como en el nivel de lo colectivo, son fiel reflejo de esta paradoja.
El alcance de este dilema es impresionante y lo podemos encontrar hasta en los ámbitos más insospechados de las relaciones humanas. Por citar sólo lo que es ya un clásico en la literatura psicosocial, Codol ilustró como nadie la impregnación de este proceso en su conocida serie de estudios sobre la diferenciación (M.Dupont....). Cuando una persona tiene que estimar la distancia que le separa de otra, la percibe más o menos grande, respectivamente, según el punto de referencia en la comparación es él o ella misma o el punto de referencia sea la otra persona (¿a qué distancia me
encuentro yo de él o ella?, punto de referencia yo; ¿a qué distancia se encuentra él o ella de mí?, punto de referencia él o ella). Esta simple constatación de la paradoja en el nivel más físico de la interacción vuelve a reproducirse cuando se trata de indagar sobre el grado de similitud o diferencia percibido con respecto a otra persona (¿cuánto me parezco yo a él o a ella? vs. ¿cuánto se parece él o ella a mi? (Codol, 1984a,1984b).
La singularidad, la unicidad, la exclusividad parecen ser características imprescindibles, al menos en nuestra cultura, de eso que llamamos identidad. A estas características hemos de añadirles sin duda una cierta continuidad en el tiempo, aunque la temporalidad identitaria como tal reproduzca de nuevo la tensión entre lo igual y lo diferente: todos/as nos sabemos la misma persona que fuimos en el pasado pero al tiempo nos reconocemos como cambiadas y diferentes.
Similitud / distintividad, igualdad / diferenciación, continuidad / discontinuidad, uno / múltiple, he aquí pues algunos pares antitéticos que hemos de afrontar conceptualmente si queremos ofrecer alguna nueva inteligibilidad a la experiencia identitaria de la persona desde un punto de vista psicosocial.
Pero existe otro aspecto de la identidad que no se refiere únicamente a la singularidad de la persona, sino a la pluralidad del grupo o de la comunidad. Por oposición y complementariedad a la identidad personal se habla comúnmente de identidad social. La idea de identidad social remite a la experiencia de lo grupal, del “nosotros”, remite también a los vínculos o como decimos en un lenguaje social más contemporáneo, a las redes. La pregunta surge directa: ¿qué relación guarda, si hay alguna, la identidad personal y la identidad social?, ¿son la misma o distinta cosa?, ¿refieren experiencias
iguales o distintas?
Sean cuales fueren las respuestas a estas preguntas, mi punto de partida es que de lo que no cabe duda, como trataré de mostrar, es de que aquello que denominamos identidad1, individual o social, es algo más que una realidad “natural”, biológica y/o psicológica, es más bien algo relacionado con la
elaboración conjunta de cada sociedad particular a lo largo de su historia, alguna cosa que tiene que ver con las reglas y normas sociales, con el lenguaje, con el control social, con las relaciones de poder en definitiva, es decir, con la producción de subjetividades (Cabruja, 1996, 1998; Pujal, 1996).

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