- Introducción
al comentario
- El espléndido
aislamiento
- La Sociedad
de los Miércoles
- La Sociedad
Psicoanalítica de Viena
- La Asociación
Psicoanalítica Internacional
- El Comité
secreto de los siete anillos
- Notas
Comentario a
"De las reuniones de los miércoles de la Sociedad Psicoanalítica
de Viena hasta la desaparición del Comité Secreto
de los Siete Anillos(1)"
1. Introducción
al comentario:
Si analizar el pasado, desde el prisma
de la instituciones del psicoanálisis, se torna interesante
es porque podemos hallar en su escritura las huellas que nos alertan
de posibles tropiezos o nos orientan en la dirección a seguir.
El documento presentado con el título "De las reuniones de
los miércoles de la Sociedad Psicoanalítica de Viena
hasta la desaparición del Comité Secreto de los siete
anillos" pretende, creo, esta mirada retrospectiva sobre unos años
en que el psicoanálisis aún no había alcanzado
una forma consolidada de transmisión. Dicha forma consolidada
por los institutos de psicoanálisis, cristalizaría
en formaciones a las que J. Lacan pondrá al descubierto en
su desnudez narcisista, para quedar, como el rey desnudo, sin más
traje que su gran ceremonial de confusiones.
Hay algunas observaciones generales
al documento que quisiera plantear:
- El documento supone un trabajo descriptivo
considerable sobre las inflexiones que se produjeron en la política,
la ética y la teoría analítica en aquellos
primeros tiempos de expansión del discurso y de la práctica
analítica.
- Ahora bien, este trabajo de recorrido
si bien marca los momentos cruciales del desarrollo del psicoanálisis,
no siempre ha puesto de manifiesto la naturaleza problemática
de esos momentos de la transmisión en su vertiente ética
y política. Quiero, por tanto, aportar algunas consideraciones
al respecto en mi comentario.
- El documento nos da una visión
sucinta, pero completa de los avatares del psicoanálisis
en el período estudiado. Sin embargo no contiene apenas
interrogantes, tan sólo una pregunta con la que los autores
finalizan el documento, tal vez para expresar la reedición
de un cierto anhelo: "¿sería aventurado pensar en los AE
como la actualización de aquel Comité que durante
un tiempo proporcionó a Freud la tranquilidad de saber
que la pervivencia del psicoanálisis estaba asegurada?"
(pg.17)
Por mi parte, quisiera abrir a
lo largo de mi exposición otra serie de interrogantes
en relación al tema que nos ocupa.
2. El
espléndido aislamiento.
En primer lugar, quisiera señalar
que el momento de inflexión "espléndido aislamiento
de Freud", como se sabe, no fue tan absoluto afortunadamente. En
aquellos años pudo encontrar un oído, no demasiado
atento es verdad, y una voz de la que poco a poco se fue separando
como efecto de otra voz que le hería los oídos. Fliess
le escuchaba complaciente hasta que Freud puso conceptos allí
donde sólo había palabra y sufrimiento. Las histéricas
y Fliess hicieron posible a Freud su "autoanálisis", sin
que este fenómeno originario se percibiera hasta Lacan. Freud
se analizó con Wilhelm Fliess, Fliess "el medicastro, el
cosquilleador de nariz"(2). Desde su espléndido aislamiento,
Freud anduvo, pues, el camino de la histeria y el de los conceptos
que ésta brindó al psicoanálisis. Inconsciente,
represión, resistencia... también, como señala
Lacan, anduvo el camino abisal del gran duelo por la muerte de su
padre en su obra "Traumdeutung". Los fenómenos transferenciales
surgen a lo largo de una nutrida correspondencia y algunos encuentros
con esta escucha de Fliess, que, a la postre, sólo alcanza
a oír su ostentosa ignorancia: el rumor de una repetición
cíclica de resonancias orgánicas. Al hilo de el descubrimiento
freudiano, este otorrino berlinés se va haciendo más
sordo y al fin no entiende nada de lo que Freud le confía.
Uno se puede preguntar ahí: ¿qué permite ir a Freud
más allá de "su analista"? ¿tal vez el discurso de
la histérica?
Esta pregunta por situarla en sus orígenes
no es menos acuciante en tanto interroga por lo que hace posible
la transmisión (aquí el origen inaugural) del psicoanálisis.
E interroga de manera especial puesto que, en el caso del retorno
que Lacan emprende a Freud sucedió algo análogo en
este sentido. Pues ¿acaso no se dio, en cierto modo, también,
un "espléndido aislamiento" en Lacan? ¿acaso no fue apartado
de los foros de la institución analítica y luego excomulgado?
y ¿no es verdad que éste, pese a Rudolph Löwenstein
(y a su "controlador" Charles Odier), enredado el primero en el
ceremonial y en fortalecer al yo, fue más allá de
"su analista"?(3)
La sordera no sólo cundió
en Fliess. El choque de su verdad con los saberes al uso le valió
a Freud la excomunión del círculo de los que saben.
El inconsciente delatado en su insistencia no podía atravesar
la barrera de la sorda complicidad por salvar el engaño narcisista
de ser sujetos de nuestra historia sino de una manera sintomática.
En un principio, y tal vez durante toda su vida, ese no querer saber
de los científicos funcionó como una falla que despertó
la demanda de Freud de reconocimiento para el psicoanálisis
como una nueva "ciencia" en ciernes.
La exigencia de reconocimiento del
psicoanálisis como ciencia al uso, no impidió, sin
embargo, gracias al deseo vivaz e indomable que la histérica
hacía pasar a través de sus síntomas puestos
en palabra, el asentamiento de una escucha original que trastocaría
todos los discursos venideros. El ridículo, el olvido, o
el desdén fueron las respuestas más usuales de aquellos
que pretendían detentar la ciencia y la racionalidad. Tal
vez, hoy, el afán de reconocimiento como "ciencia" no nos
precipite en el extravío en estas latitudes, gracias al el
aviso que Lacan nos dio: el sujeto está forcluido para el
discurso de la ciencia. Sin embargo, habremos de medirnos con ella
y con ningún otro discurso. Decía al respecto Jean
–Louis Gault: "La otra verdad, la que habla y de la cual la ciencia
no quiere saber nada, es la que reintroduce el discurso analítico."(4)
3. La
Sociedad de los Miércoles.
Pese a todo, el aldabonazo de la destitución
de la conciencia fue vibrando en algunos oídos y poco a poco
fue surgiendo una escritura que tenía en cuenta, en mayor
o menor medida, para su tenue comprensión o para hacer resonar
las pasiones de la ignorancia, del odio o del amor, la marca del
nuevo horizonte. Su voz también resonó en algunos
inquietos, que al poco se convirtieron en "discípulos". En
1902, a propuesta del doctor Wilhelm Stekel, a quien Freud había
tratado "exitosamente" [(¿qué se entendía por éxito
de una cura? ¿por qué la dan por válida desde Jones
a Nunberg?)], se crea un grupo de interesados en discutir la psicología
de Freud. Son doctores en su mayoría, aunque hay también
de otras profesiones. De las actas de los primeros años de
la Sociedad de los Miércoles no queda sino indirecta constancia,
pero sí hay escritura a partir de 1906, años aquellos
en que el psicoanálisis ampliaba su campo de "regresión"
en la cura hasta el descubrimiento de la peculiar sexualidad infantil.
El concepto de inconsciente se ligaba de este modo al de pulsión,
abriendo el campo del análisis a las perversiones y haciendo
patente el concepto de transferencia en el hilado horizonte del
complejo de Edipo.
De aquellas reuniones de los miércoles
decía Nunberg: "Al analizar sus problemas íntimos
entre sí, esperaban poder ayudar a sus pacientes, así
como ayudarse a sí mismos. Dicha esperanza que surgía
de su fe en el análisis, los unía en su devoción
hacia Freud; al identificarse a él como líder, se
convirtieron en pioneros del análisis (...) A través
de las discusiones, los participantes no sólo se estimulaban
entre sí, sino que estimulaban al propio Freud."(5)
Es patética, en este sentido,
la desmesura de Urbantschitsch al introducir su caso en la sesión
de 15 de enero de 1908. Las anotaciones de entonces rezan: "Con
ayuda de notas tomadas de su diario, el orador describe su desarrollo
sexual hasta el momento de contraer matrimonio."(6)
Está claro que se sobreentendía
que el matrimonio había supuesto su "cura", como algunas
veces se oye decir a algunos analistas que por fin han logrado que
su paciente se ennovie o se case o se integre en la sociedad. Las
invectivas del amor son aquí apoteósicas, pero más
allá de la teatralidad de este afecto hay que preguntarse
qué es lo que Urbantschitsch ofrece a sus oidores. Desde
luego no es un saber sobre el resto, "una producción de un
saber para el psicoanálisis" como dice J.P. Klotz.(7)
No es casualidad que una de las mociones
que se pretendió imponer al presidente de la Asociación
(Freud a la sazón) fuera la siguiente: "Los ataques y las
intromisiones personales serían reprimidas de inmediato por
el presidente, al que se le habrá conferido tal poder".
Freud se opone a esta propuesta y declara:
"Esperaba que al alcanzarse un saber psicológico más
profundo se superarían las dificultades en el trato personal."
Y sigue anotando Rank: "Hará uso de la autoridad que se le
asigna en la moción 5º solamente cuando algunos asistentes
molesten al orador con su conversación" (8)
Freud en efecto estaba atento a la
producción del discurso analítico en los otros, pero
tal vez no estaba a su alcance poner freno a ese imaginario en ebullición
que actuaba como "resistencia" al análisis.
Los "discípulos" hacían
lazo social en base a la identificación al ideal, y en este
anudamiento de engaño amoroso exacerbado por la cercanía
de las pasiones expuestas, se fue cubriendo el campo del "psicoanálisis"
por una producción en un sentido sobre todo extensivo, aunque
a veces con atisbos importantes entre los iguales. Transferencia
de trabajo que alcanzaba su soporte más sólido en
el engaño amoroso. Trabajo por amor a Freud y no por el deseo
que Freud había dejado al descubierto.
La presencia de Freud, nos dice Nunberg,
servía de regulador: "Aún brindando a todo el mundo
plena libertad para expresar sus opiniones, no permitía que
la discusión se saliera de sus cauces. (...) sin embargo
tenía ciertos límites (su tolerancia). Mientras no
estuvo totalmente seguro de que las ideas divergentes amenazaban
sus doctrinas "básicas", no interfirió ni se opuso
a ellas; se volvió inexorable solo cuando le resultó
evidente que el edificio de su análisis estaba siendo amenazado.
El mejor ejemplo de su paciencia se dio con Adler..." (9)
Pero parece que esa presencia convertida
en objeto de amor no fue suficiente, en su estatura de ideal, para
frenar las pasiones del yo y relanzar la producción analítica.
4.
La Sociedad Psicoanalítica de Viena.
El día 15 de abril de 1908,
con motivo de la presentación de la encuesta de Hirschfeld,
se dio a conocer públicamente la Sociedad Psicoanalítica
de Viena, quedando del anterior círculo la costumbre de reunirse
el miércoles y algún que otro problema sin resolver.
La dotación de unas normas para
la sociedad no fue suficiente, sin embargo para apagar los viejos
problemas planteados en la sociedad de los miércoles.
Algunos de ellos, como Adler, no pudieron
soportar el sometimiento a la palabra de Freud e intentaron afirmar
por su parte la exclusividad que les atenazaba. Adler fue el primero
en hacer de su nombre una exclusión, aunque ligada a un conjunto
de fantasías próximas al delirio, tales como la afirmación
de la inferioridad del órgano, postulado fundamental de toda
construcción neurótica. Olvidaba este pensador agudo
y proclive a ver en el sujeto una causalidad ora biológica
ora social, aunque siempre "agresiva", el peso de la sexualidad
en la teoría, como muy bien se recoge en el documento. Adler
afirmó su exclusividad tomando prestado, de manera un tanto
ladina, el nombre que había creado Freud. Tuvo la desfachatez
de denominar a su "nueva" masa (en el sentido de Massenpsychologie)
"Asociación de Psicoanálisis Libre", como si él
psicoanálisis o Freud le hubieran mantenido encarcelado en
su propio fantasma.
Así, pues, aquella antigua Sociedad
de los Miércoles se había organizado en torno a uno,
para sustentar amorosamente su estampa (con incomodidad por parte
de Freud) y para extender el significante que él creó
(con su complacencia). Sin embargo, no se transmitió gran
cosa de lo más genuino del descubrimiento freudiano más
que a través de los propios escritos de Freud.
No hay que olvidar, en este sentido
que uno de los más prolíficos como era Adler, recibió
de Freud una acertada crítica. Se la hizo pocos años
después de la defección, en 1914 en La Historia del
movimiento analítico, cuando escribió: "...lo que
verdaderamente le interesa (al psicoanálisis) es demostrar
que a todas las tendencias del yo se mezclan componentes libidinosos,
y la teoría de Adler acentúa, en cambio, lo contrario:
la adición egoísta a los impulsos instintivos libidinosos.
Nada habríamos de objetar a esta divergencia si Adler no
la utilizara para negar siempre, a favor de los componentes de los
instintos del yo, el impulso libidinoso". (10)
Hubo, por tanto, reconocimiento de
Freud del engaño de la psicología del yo (Adler acabó
llamando a ese "psicoanálisis libre", "psicología
individual") frente a la escucha del deseo y a la localización
de la pulsión. Pero, también fracaso de la transmisión.
Tal vez pudiera afirmarse aquí,
que lo que no se juega en el análisis se juega en la institución
(en este caso consolidada como Sociedad Psicoanalítica de
Viena), de manera que si el primero no se concluye o simplemente
no se realiza, el sujeto queda condenado a repetir aquello que no
cesa de inscribirse en un "afuera" del dispositivo analítico
que es la institución, con todos los efectos que el fantasma
en marcha genere.
La "maniobra política por parte
de Freud para tranquilizar a Adler y beneficiar al movimiento analítico"
(p.16) (que Adler ocupara su propio lugar, en la presidencia de
la Asociación de Viena) no detuvo el ciego impulso de éste
en aquello que Freud le reprobaba como su "indómita manía
de prioridad" y que no era sino la actuación de su propio
fantasma campando por sus respetos, por no encontrar el goce intolerable
que le hubiera precipitado a una escucha afortunada. El acto político
se interpuso al acto analítico (ético) por razones
que escaparon a los mecanismos de transmisión.
Freud reconoció haberse equivocado
en ese sentido: "...Me quedaba todavía por aprender que los
analistas podían conducirse también exactamente como
los enfermos sometidos al análisis". Y eso que desde muy
pronto, como recoge el documento, había visto la necesidad
de que los analistas se psicoanalizaran.
5. La
Asociación Psicoanalítica Internacional.
Al inventar la Internacional a partir
del Congreso de Nuremberg, como se recoge en el documento, Freud
había pensado en dotar al dispositivo de una serie de características
que permitieran la garantía de la formación y "...poder
rechazar toda responsabilidad derivada de la actuación de
aquellos que no pertenecen a nuestro grupo y dan, sin embargo, a
sus procedimientos médicos el nombre de psicoanálisis"
(pg.16). Pero también, una vez más, el amor funcionó
como obstáculo y pensó en una "personalidad directora"
que garantizara la marcha de una institución para la formación.
Esa personalidad directora era el amado Jung.
Efectivamente y tal como se afirma
en el documento, " ...bajo la égida de un profesor universitario,
creador de un instituto de psicoanálisis, le parecía
más promisorio ( que la expansión del psicoanálisis
desde el grupo de Viena)" (p. 16) Freud creyó encontrar un
interlocutor válido en el centro de Europa, en Suiza, y justo
lo halló en contigüidad con lo más emblemático
de su demanda, que en cierto modo le hacía obstáculo:
"la ciencia de la psiquiatría".
Un psiquiatra entusiasta y joven, discípulo
del afamado Bleuler de la clínica de Burghölzli le escribía
haciendo señal de una profunda comprensión del psicoanálisis.
Satisfacía, en cierto modo una demanda tal como reconoce
en la Historia del movimiento analítico el propio Freud:
"...Jung aplicó con éxito el método de interpretación
analítico a los fenómenos más extraños
y oscuros de la dementia praecox, evidenciando que tales fenómenos
tenían su origen en la vida y preocupaciones de los enfermos.
A partir de aquí, se hizo ya imposible a los psiquiatras
seguir ignorando el psicoanálisis."(11)
Jung apenas si participó en
aquellas reuniones de los miércoles, pero obtuvo, para exasperación
de los otros entusiastas, una atención privilegiada del maestro.
Freud abrió el oído a todo lo que Jung contaba de
la experiencia con la demantia praecox y la paranoia. Y aún
reconociendo los límites de la psicosis muy pronto, la ausencia
de transferencia y por tanto su inadecuación al análisis,
no por ello dejó de interesarse durante toda su vida por
ese más allá del análisis.
Jung afirmó igualmente su exclusividad
creando un nuevo psicoanálisis. Lo hizo borrando la incomodidad
y el obstáculo para el reconocimiento del psicoanálisis:
la sexualidad. Con una libido reconvertida en inocente e inocua
energía psíquica, podía extenderse hasta las
más altas cumbres del reconocimiento. No era tanto un problema
de conceptualización diferente, sino de la imposibilidad
trágica para una escucha que no fuera la de gozar con la
significación. Las otras fronteras conceptuales caerían
sobre este caldo aguado y confuso adornado con los brillos más
intensos de la interpretación culturalista. Un olvido más
y un corte más en la transmisión de la escucha fundante,
esta vez emparejado con una producción sucedánea que
cundía y formaba escuela.
Freud mismo nos da un ejemplo de esa
producción jungiana, y de las "imposiciones éticas"
que practicaba en nombre del psicoanálisis. Freud lo describe
a partir de una confesión que un paciente de Jung le hizo
espontáneamente: <<...por ejemplo, concentración
interior por medio de la introversión, meditación
religiosa, nueva vida común con mi mujer, etc. Tales exigencias
acababan por ser superiores a mis fuerzas, tendiendo, en definitiva,
a una transformación radical de mi personalidad interior"
- y explica- (...) Jung en Exposición de la teoría
analítica se propone la labor terapéutica de "despojar
a estos complejos de su carga de libido", pero "(esto...no se consigue
desatendiéndolos e impulsando al sujeto a una sublimación,
sino ocupándose penetrantemente de ellos y haciéndolos
consciente en toda su amplitud. El primer fragmento de la realidad
que el enfermo ha de tener en cuenta es precisamente su enfermedad.
Los esfuerzos que se hagan por sustraerle a esta labor suponen una
incapacidad del médico para ayudarle a vencer las resistencias
o un miedo del mismo a los resultados de tal tarea."(12)
Si Adler renunció al nombre
"psicoanálisis", Jung para disgusto de Freud no lo hizo,
animándole más al establecimiento de una defensa del
psicoanálisis dentro de sus propias fronteras.
El amor de Freud provocó pues,
callejones sin salida, aunque algo del deseo de Freud pudiera atravesar
esa barrera de afectos a través de la transmisión
de su escritura.
6. El
Comité secreto de los siete anillos.
Afirma el documento que "Este comité
llenaba sin duda su función primaria de fortalecer el ánimo
de Freud frente a los enconados ataques de que era objeto". También
se afirma que, dicho comité, disponía de una política
unitaria y que "...funcionó perfectamente por lo menos durante
diez años, cosa que no deja de ser notable para un cuerpo
tan heterogéneo como ese, y del que, según Jones,
sólo Ferenczi y él mismo realizaron un análisis
personal en toda regla"(p.17)
La idea surgió según
cuenta Jones, de este modo: <<En julio de 1912, mientras Freud
se hallaba en Karlbad, yo (Jones) me encontraba en Viena y mantuve
una conversación con Ferenczi sobre la situación (la
defección de Adler y los malentendidos con Jung). El plan
ideal habría sido, según lo señaló con
todo acierto Ferenczi, el procurar que un cierto número de
personas cabalmente analizadas por Freud estuviera repartido en
los diferentes centros o países. Pero como parecía
no haber posibilidades para la realización de esta idea,
yo propuse que entre tanto constituyéramos una especie de
"Vieja guardia">>(13)
Uno se puede preguntar ¿qué
efectos tuvo esa vigilancia de las disidencias y ese modo de defensa
del discurso analítico a la manera de una "vieja guardia"?.
Pendientes de aquello que socavaba el amor, no veían lo que
obstaculizaba el avance del psicoanálisis en su propio empeño.
La norma ilustrada a la que se acogió el Comité fue
la que otrora Kant introdujera en su respuesta a ¿qué es
la ilustración? Cuando afirmaba que había que preservar
la disconformidad para el ámbito privado especializado y
ofrecer al público una actitud acorde con el principio de
la jerarquía. El compromiso era "...en el caso de que alguno
decidiera apartarse de alguno de los principios fundamentales del
análisis, debería comprometerse a no hacerlo públicamente
sin antes discutir sus ideas con los otros miembros del grupo".
Lacan en su Proposición de 9
de octubre escribía en relación a esta especie de
"Komintern": <<El efecto inducido de la estructura así
privilegiada se aclara aún más por agregársele
la función en la Iglesia y en el Ejército del sujeto
supuesto al saber. Estudio para quien quiera emprenderlo: llegará
lejos.
-y continúa- Al atenerse al
modelo freudiano, aparece de modo deslumbrante el favor que reciben
en él las identificaciones imaginarias, y a la vez la razón
que encadena al psicoanálisis en intensión a limitar
su consideración, incluso su alcance.">>(14)
Tal vez de las instituciones hay que
decir que son inventos y que éstos sirven en tanto sirven,
como decía Jean Pierre Klotz: "Una invención no es
pues un ideal, ni un fin, y menos aún un fin ideal, pero
permite orientar el trabajo, afilar las herramientas, hacer avanzar."(15)
Hay que preguntarse entonces, si el invento del Comité sirvió
para orientar el trabajo, afilar la escucha con el desarrollo de
la teoría y si realmente hizo avanzar al psicoanálisis.
Por que ser guardián ¿de qué? ¿qué se ha de
transmitir? No se trata tanto de ejercer una suerte de maternaje
a la manera en que lo hizo Jones con la persona de Freud, hasta
llegar a cumplir la demanda que le aparece a Freud en un déjà
vu de estar entre los personajes del atrio de la Universidad de
Viena [en 1955 regaló un busto de Freud con la inscripción
famosa(16)] sino de hacer posible la transmisión de un discurso
no universitario que hace posible la introducción del sujeto
del inconsciente.
Una pregunta quisiera por último
plantear a vuestra consideración ¿Cómo explicar que
pudiera surgir la recuperación de Freud del olvido instituido?.
Desde luego queda la escritura de Freud, pero ¿es esto suficiente
la escritura de Freud para explicar a Lacan? ¿A qué fin llevó
la escucha de Löwenstein? Da la impresión que los grandes
avances hicieran saltar por los aires las instituciones que se supone
han de salvaguardarlos. Mas, este interrogante cubre otra etapa
temporal que más tarde, supongo, se analizará.
- NOTAS
- 1.- Manuel González y Blanca
Fernández, De las reuniones de los miércoles de
la Sociedad Psicoanalítica de Viena hasta la desaparición
del Comité Secreto de los Siete Anillos. Cuadernos Andaluces
de Psicoanálisis nº 25, p. 13-17)
- 2.- LACAN, Proposición
de 9 de octubre, p.17
- 3.- E. ROUDINESCO, Jacques Lacan:
esbozo de una vida. Anagrama P.116
- 4.- J.L. GAULT, Para una epistemología
lacaniana, en "¿Conoce usted a Lacan?, Paidos, p.194
- 5.- Las reuniones de los miércoles
en Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, Nueva
Visión, T. I p.14
- 6.- ibd. P. 289
- 7.- J.P.KLOTZ, Lacan y los psicoanalistas
que amaba, en "¿Conoce usted a Lacan?, p.124
- 8.- Actas...T. I p. 309
- 9.- ibid. P.17
- 10.- FREUD, Historia del movimiento
analítico, O.C. Vol.V, pg. 1922
- 11.- ibid. P.1907
- 12.- FREUD, H.M.A., p.1930
- 13.- E. JONES, Freud, T. II p.360
- 14.- LACAN, Proposición, p.22
- 15.- ibid. P.124
- 16.- Frase de Sófocles perteneciente
a Edipo Rey: "Aquél que descifró los enigmas y fue
varón muy poderoso"
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