Sociedad Psicoanalítica de Viena Sergio Hinojosa
    1. Introducción al comentario
    2. El espléndido aislamiento
    3. La Sociedad de los Miércoles
    4. La Sociedad Psicoanalítica de Viena
    5. La Asociación Psicoanalítica Internacional
    6. El Comité secreto de los siete anillos
    7. Notas

Comentario a "De las reuniones de los miércoles de la Sociedad Psicoanalítica de Viena hasta la desaparición del Comité Secreto de los Siete Anillos(1)"

1. Introducción al comentario:

Si analizar el pasado, desde el prisma de la instituciones del psicoanálisis, se torna interesante es porque podemos hallar en su escritura las huellas que nos alertan de posibles tropiezos o nos orientan en la dirección a seguir. El documento presentado con el título "De las reuniones de los miércoles de la Sociedad Psicoanalítica de Viena hasta la desaparición del Comité Secreto de los siete anillos" pretende, creo, esta mirada retrospectiva sobre unos años en que el psicoanálisis aún no había alcanzado una forma consolidada de transmisión. Dicha forma consolidada por los institutos de psicoanálisis, cristalizaría en formaciones a las que J. Lacan pondrá al descubierto en su desnudez narcisista, para quedar, como el rey desnudo, sin más traje que su gran ceremonial de confusiones.

Hay algunas observaciones generales al documento que quisiera plantear:

  1. El documento supone un trabajo descriptivo considerable sobre las inflexiones que se produjeron en la política, la ética y la teoría analítica en aquellos primeros tiempos de expansión del discurso y de la práctica analítica.
  2. Ahora bien, este trabajo de recorrido si bien marca los momentos cruciales del desarrollo del psicoanálisis, no siempre ha puesto de manifiesto la naturaleza problemática de esos momentos de la transmisión en su vertiente ética y política. Quiero, por tanto, aportar algunas consideraciones al respecto en mi comentario.
  3. El documento nos da una visión sucinta, pero completa de los avatares del psicoanálisis en el período estudiado. Sin embargo no contiene apenas interrogantes, tan sólo una pregunta con la que los autores finalizan el documento, tal vez para expresar la reedición de un cierto anhelo: "¿sería aventurado pensar en los AE como la actualización de aquel Comité que durante un tiempo proporcionó a Freud la tranquilidad de saber que la pervivencia del psicoanálisis estaba asegurada?" (pg.17)

Por mi parte, quisiera abrir a lo largo de mi exposición otra serie de interrogantes en relación al tema que nos ocupa.

2. El espléndido aislamiento.

En primer lugar, quisiera señalar que el momento de inflexión "espléndido aislamiento de Freud", como se sabe, no fue tan absoluto afortunadamente. En aquellos años pudo encontrar un oído, no demasiado atento es verdad, y una voz de la que poco a poco se fue separando como efecto de otra voz que le hería los oídos. Fliess le escuchaba complaciente hasta que Freud puso conceptos allí donde sólo había palabra y sufrimiento. Las histéricas y Fliess hicieron posible a Freud su "autoanálisis", sin que este fenómeno originario se percibiera hasta Lacan. Freud se analizó con Wilhelm Fliess, Fliess "el medicastro, el cosquilleador de nariz"(2). Desde su espléndido aislamiento, Freud anduvo, pues, el camino de la histeria y el de los conceptos que ésta brindó al psicoanálisis. Inconsciente, represión, resistencia... también, como señala Lacan, anduvo el camino abisal del gran duelo por la muerte de su padre en su obra "Traumdeutung". Los fenómenos transferenciales surgen a lo largo de una nutrida correspondencia y algunos encuentros con esta escucha de Fliess, que, a la postre, sólo alcanza a oír su ostentosa ignorancia: el rumor de una repetición cíclica de resonancias orgánicas. Al hilo de el descubrimiento freudiano, este otorrino berlinés se va haciendo más sordo y al fin no entiende nada de lo que Freud le confía. Uno se puede preguntar ahí: ¿qué permite ir a Freud más allá de "su analista"? ¿tal vez el discurso de la histérica?

Esta pregunta por situarla en sus orígenes no es menos acuciante en tanto interroga por lo que hace posible la transmisión (aquí el origen inaugural) del psicoanálisis. E interroga de manera especial puesto que, en el caso del retorno que Lacan emprende a Freud sucedió algo análogo en este sentido. Pues ¿acaso no se dio, en cierto modo, también, un "espléndido aislamiento" en Lacan? ¿acaso no fue apartado de los foros de la institución analítica y luego excomulgado? y ¿no es verdad que éste, pese a Rudolph Löwenstein (y a su "controlador" Charles Odier), enredado el primero en el ceremonial y en fortalecer al yo, fue más allá de "su analista"?(3)

La sordera no sólo cundió en Fliess. El choque de su verdad con los saberes al uso le valió a Freud la excomunión del círculo de los que saben. El inconsciente delatado en su insistencia no podía atravesar la barrera de la sorda complicidad por salvar el engaño narcisista de ser sujetos de nuestra historia sino de una manera sintomática. En un principio, y tal vez durante toda su vida, ese no querer saber de los científicos funcionó como una falla que despertó la demanda de Freud de reconocimiento para el psicoanálisis como una nueva "ciencia" en ciernes.

La exigencia de reconocimiento del psicoanálisis como ciencia al uso, no impidió, sin embargo, gracias al deseo vivaz e indomable que la histérica hacía pasar a través de sus síntomas puestos en palabra, el asentamiento de una escucha original que trastocaría todos los discursos venideros. El ridículo, el olvido, o el desdén fueron las respuestas más usuales de aquellos que pretendían detentar la ciencia y la racionalidad. Tal vez, hoy, el afán de reconocimiento como "ciencia" no nos precipite en el extravío en estas latitudes, gracias al el aviso que Lacan nos dio: el sujeto está forcluido para el discurso de la ciencia. Sin embargo, habremos de medirnos con ella y con ningún otro discurso. Decía al respecto Jean –Louis Gault: "La otra verdad, la que habla y de la cual la ciencia no quiere saber nada, es la que reintroduce el discurso analítico."(4)

3. La Sociedad de los Miércoles.

Pese a todo, el aldabonazo de la destitución de la conciencia fue vibrando en algunos oídos y poco a poco fue surgiendo una escritura que tenía en cuenta, en mayor o menor medida, para su tenue comprensión o para hacer resonar las pasiones de la ignorancia, del odio o del amor, la marca del nuevo horizonte. Su voz también resonó en algunos inquietos, que al poco se convirtieron en "discípulos". En 1902, a propuesta del doctor Wilhelm Stekel, a quien Freud había tratado "exitosamente" [(¿qué se entendía por éxito de una cura? ¿por qué la dan por válida desde Jones a Nunberg?)], se crea un grupo de interesados en discutir la psicología de Freud. Son doctores en su mayoría, aunque hay también de otras profesiones. De las actas de los primeros años de la Sociedad de los Miércoles no queda sino indirecta constancia, pero sí hay escritura a partir de 1906, años aquellos en que el psicoanálisis ampliaba su campo de "regresión" en la cura hasta el descubrimiento de la peculiar sexualidad infantil. El concepto de inconsciente se ligaba de este modo al de pulsión, abriendo el campo del análisis a las perversiones y haciendo patente el concepto de transferencia en el hilado horizonte del complejo de Edipo.

De aquellas reuniones de los miércoles decía Nunberg: "Al analizar sus problemas íntimos entre sí, esperaban poder ayudar a sus pacientes, así como ayudarse a sí mismos. Dicha esperanza que surgía de su fe en el análisis, los unía en su devoción hacia Freud; al identificarse a él como líder, se convirtieron en pioneros del análisis (...) A través de las discusiones, los participantes no sólo se estimulaban entre sí, sino que estimulaban al propio Freud."(5)

Es patética, en este sentido, la desmesura de Urbantschitsch al introducir su caso en la sesión de 15 de enero de 1908. Las anotaciones de entonces rezan: "Con ayuda de notas tomadas de su diario, el orador describe su desarrollo sexual hasta el momento de contraer matrimonio."(6)

Está claro que se sobreentendía que el matrimonio había supuesto su "cura", como algunas veces se oye decir a algunos analistas que por fin han logrado que su paciente se ennovie o se case o se integre en la sociedad. Las invectivas del amor son aquí apoteósicas, pero más allá de la teatralidad de este afecto hay que preguntarse qué es lo que Urbantschitsch ofrece a sus oidores. Desde luego no es un saber sobre el resto, "una producción de un saber para el psicoanálisis" como dice J.P. Klotz.(7)

No es casualidad que una de las mociones que se pretendió imponer al presidente de la Asociación (Freud a la sazón) fuera la siguiente: "Los ataques y las intromisiones personales serían reprimidas de inmediato por el presidente, al que se le habrá conferido tal poder".

Freud se opone a esta propuesta y declara: "Esperaba que al alcanzarse un saber psicológico más profundo se superarían las dificultades en el trato personal." Y sigue anotando Rank: "Hará uso de la autoridad que se le asigna en la moción 5º solamente cuando algunos asistentes molesten al orador con su conversación" (8)

Freud en efecto estaba atento a la producción del discurso analítico en los otros, pero tal vez no estaba a su alcance poner freno a ese imaginario en ebullición que actuaba como "resistencia" al análisis.

Los "discípulos" hacían lazo social en base a la identificación al ideal, y en este anudamiento de engaño amoroso exacerbado por la cercanía de las pasiones expuestas, se fue cubriendo el campo del "psicoanálisis" por una producción en un sentido sobre todo extensivo, aunque a veces con atisbos importantes entre los iguales. Transferencia de trabajo que alcanzaba su soporte más sólido en el engaño amoroso. Trabajo por amor a Freud y no por el deseo que Freud había dejado al descubierto.

La presencia de Freud, nos dice Nunberg, servía de regulador: "Aún brindando a todo el mundo plena libertad para expresar sus opiniones, no permitía que la discusión se saliera de sus cauces. (...) sin embargo tenía ciertos límites (su tolerancia). Mientras no estuvo totalmente seguro de que las ideas divergentes amenazaban sus doctrinas "básicas", no interfirió ni se opuso a ellas; se volvió inexorable solo cuando le resultó evidente que el edificio de su análisis estaba siendo amenazado. El mejor ejemplo de su paciencia se dio con Adler..." (9)

Pero parece que esa presencia convertida en objeto de amor no fue suficiente, en su estatura de ideal, para frenar las pasiones del yo y relanzar la producción analítica.

4. La Sociedad Psicoanalítica de Viena.

El día 15 de abril de 1908, con motivo de la presentación de la encuesta de Hirschfeld, se dio a conocer públicamente la Sociedad Psicoanalítica de Viena, quedando del anterior círculo la costumbre de reunirse el miércoles y algún que otro problema sin resolver.

La dotación de unas normas para la sociedad no fue suficiente, sin embargo para apagar los viejos problemas planteados en la sociedad de los miércoles.

Algunos de ellos, como Adler, no pudieron soportar el sometimiento a la palabra de Freud e intentaron afirmar por su parte la exclusividad que les atenazaba. Adler fue el primero en hacer de su nombre una exclusión, aunque ligada a un conjunto de fantasías próximas al delirio, tales como la afirmación de la inferioridad del órgano, postulado fundamental de toda construcción neurótica. Olvidaba este pensador agudo y proclive a ver en el sujeto una causalidad ora biológica ora social, aunque siempre "agresiva", el peso de la sexualidad en la teoría, como muy bien se recoge en el documento. Adler afirmó su exclusividad tomando prestado, de manera un tanto ladina, el nombre que había creado Freud. Tuvo la desfachatez de denominar a su "nueva" masa (en el sentido de Massenpsychologie) "Asociación de Psicoanálisis Libre", como si él psicoanálisis o Freud le hubieran mantenido encarcelado en su propio fantasma.

Así, pues, aquella antigua Sociedad de los Miércoles se había organizado en torno a uno, para sustentar amorosamente su estampa (con incomodidad por parte de Freud) y para extender el significante que él creó (con su complacencia). Sin embargo, no se transmitió gran cosa de lo más genuino del descubrimiento freudiano más que a través de los propios escritos de Freud.

No hay que olvidar, en este sentido que uno de los más prolíficos como era Adler, recibió de Freud una acertada crítica. Se la hizo pocos años después de la defección, en 1914 en La Historia del movimiento analítico, cuando escribió: "...lo que verdaderamente le interesa (al psicoanálisis) es demostrar que a todas las tendencias del yo se mezclan componentes libidinosos, y la teoría de Adler acentúa, en cambio, lo contrario: la adición egoísta a los impulsos instintivos libidinosos. Nada habríamos de objetar a esta divergencia si Adler no la utilizara para negar siempre, a favor de los componentes de los instintos del yo, el impulso libidinoso". (10)

Hubo, por tanto, reconocimiento de Freud del engaño de la psicología del yo (Adler acabó llamando a ese "psicoanálisis libre", "psicología individual") frente a la escucha del deseo y a la localización de la pulsión. Pero, también fracaso de la transmisión.

Tal vez pudiera afirmarse aquí, que lo que no se juega en el análisis se juega en la institución (en este caso consolidada como Sociedad Psicoanalítica de Viena), de manera que si el primero no se concluye o simplemente no se realiza, el sujeto queda condenado a repetir aquello que no cesa de inscribirse en un "afuera" del dispositivo analítico que es la institución, con todos los efectos que el fantasma en marcha genere.

La "maniobra política por parte de Freud para tranquilizar a Adler y beneficiar al movimiento analítico" (p.16) (que Adler ocupara su propio lugar, en la presidencia de la Asociación de Viena) no detuvo el ciego impulso de éste en aquello que Freud le reprobaba como su "indómita manía de prioridad" y que no era sino la actuación de su propio fantasma campando por sus respetos, por no encontrar el goce intolerable que le hubiera precipitado a una escucha afortunada. El acto político se interpuso al acto analítico (ético) por razones que escaparon a los mecanismos de transmisión.

Freud reconoció haberse equivocado en ese sentido: "...Me quedaba todavía por aprender que los analistas podían conducirse también exactamente como los enfermos sometidos al análisis". Y eso que desde muy pronto, como recoge el documento, había visto la necesidad de que los analistas se psicoanalizaran.

5. La Asociación Psicoanalítica Internacional.

Al inventar la Internacional a partir del Congreso de Nuremberg, como se recoge en el documento, Freud había pensado en dotar al dispositivo de una serie de características que permitieran la garantía de la formación y "...poder rechazar toda responsabilidad derivada de la actuación de aquellos que no pertenecen a nuestro grupo y dan, sin embargo, a sus procedimientos médicos el nombre de psicoanálisis" (pg.16). Pero también, una vez más, el amor funcionó como obstáculo y pensó en una "personalidad directora" que garantizara la marcha de una institución para la formación. Esa personalidad directora era el amado Jung.

Efectivamente y tal como se afirma en el documento, " ...bajo la égida de un profesor universitario, creador de un instituto de psicoanálisis, le parecía más promisorio ( que la expansión del psicoanálisis desde el grupo de Viena)" (p. 16) Freud creyó encontrar un interlocutor válido en el centro de Europa, en Suiza, y justo lo halló en contigüidad con lo más emblemático de su demanda, que en cierto modo le hacía obstáculo: "la ciencia de la psiquiatría".

Un psiquiatra entusiasta y joven, discípulo del afamado Bleuler de la clínica de Burghölzli le escribía haciendo señal de una profunda comprensión del psicoanálisis. Satisfacía, en cierto modo una demanda tal como reconoce en la Historia del movimiento analítico el propio Freud: "...Jung aplicó con éxito el método de interpretación analítico a los fenómenos más extraños y oscuros de la dementia praecox, evidenciando que tales fenómenos tenían su origen en la vida y preocupaciones de los enfermos. A partir de aquí, se hizo ya imposible a los psiquiatras seguir ignorando el psicoanálisis."(11)

Jung apenas si participó en aquellas reuniones de los miércoles, pero obtuvo, para exasperación de los otros entusiastas, una atención privilegiada del maestro. Freud abrió el oído a todo lo que Jung contaba de la experiencia con la demantia praecox y la paranoia. Y aún reconociendo los límites de la psicosis muy pronto, la ausencia de transferencia y por tanto su inadecuación al análisis, no por ello dejó de interesarse durante toda su vida por ese más allá del análisis.

Jung afirmó igualmente su exclusividad creando un nuevo psicoanálisis. Lo hizo borrando la incomodidad y el obstáculo para el reconocimiento del psicoanálisis: la sexualidad. Con una libido reconvertida en inocente e inocua energía psíquica, podía extenderse hasta las más altas cumbres del reconocimiento. No era tanto un problema de conceptualización diferente, sino de la imposibilidad trágica para una escucha que no fuera la de gozar con la significación. Las otras fronteras conceptuales caerían sobre este caldo aguado y confuso adornado con los brillos más intensos de la interpretación culturalista. Un olvido más y un corte más en la transmisión de la escucha fundante, esta vez emparejado con una producción sucedánea que cundía y formaba escuela.

Freud mismo nos da un ejemplo de esa producción jungiana, y de las "imposiciones éticas" que practicaba en nombre del psicoanálisis. Freud lo describe a partir de una confesión que un paciente de Jung le hizo espontáneamente: <<...por ejemplo, concentración interior por medio de la introversión, meditación religiosa, nueva vida común con mi mujer, etc. Tales exigencias acababan por ser superiores a mis fuerzas, tendiendo, en definitiva, a una transformación radical de mi personalidad interior" - y explica- (...) Jung en Exposición de la teoría analítica se propone la labor terapéutica de "despojar a estos complejos de su carga de libido", pero "(esto...no se consigue desatendiéndolos e impulsando al sujeto a una sublimación, sino ocupándose penetrantemente de ellos y haciéndolos consciente en toda su amplitud. El primer fragmento de la realidad que el enfermo ha de tener en cuenta es precisamente su enfermedad. Los esfuerzos que se hagan por sustraerle a esta labor suponen una incapacidad del médico para ayudarle a vencer las resistencias o un miedo del mismo a los resultados de tal tarea."(12)

Si Adler renunció al nombre "psicoanálisis", Jung para disgusto de Freud no lo hizo, animándole más al establecimiento de una defensa del psicoanálisis dentro de sus propias fronteras.

El amor de Freud provocó pues, callejones sin salida, aunque algo del deseo de Freud pudiera atravesar esa barrera de afectos a través de la transmisión de su escritura.

6. El Comité secreto de los siete anillos.

Afirma el documento que "Este comité llenaba sin duda su función primaria de fortalecer el ánimo de Freud frente a los enconados ataques de que era objeto". También se afirma que, dicho comité, disponía de una política unitaria y que "...funcionó perfectamente por lo menos durante diez años, cosa que no deja de ser notable para un cuerpo tan heterogéneo como ese, y del que, según Jones, sólo Ferenczi y él mismo realizaron un análisis personal en toda regla"(p.17)

La idea surgió según cuenta Jones, de este modo: <<En julio de 1912, mientras Freud se hallaba en Karlbad, yo (Jones) me encontraba en Viena y mantuve una conversación con Ferenczi sobre la situación (la defección de Adler y los malentendidos con Jung). El plan ideal habría sido, según lo señaló con todo acierto Ferenczi, el procurar que un cierto número de personas cabalmente analizadas por Freud estuviera repartido en los diferentes centros o países. Pero como parecía no haber posibilidades para la realización de esta idea, yo propuse que entre tanto constituyéramos una especie de "Vieja guardia">>(13)

Uno se puede preguntar ¿qué efectos tuvo esa vigilancia de las disidencias y ese modo de defensa del discurso analítico a la manera de una "vieja guardia"?. Pendientes de aquello que socavaba el amor, no veían lo que obstaculizaba el avance del psicoanálisis en su propio empeño. La norma ilustrada a la que se acogió el Comité fue la que otrora Kant introdujera en su respuesta a ¿qué es la ilustración? Cuando afirmaba que había que preservar la disconformidad para el ámbito privado especializado y ofrecer al público una actitud acorde con el principio de la jerarquía. El compromiso era "...en el caso de que alguno decidiera apartarse de alguno de los principios fundamentales del análisis, debería comprometerse a no hacerlo públicamente sin antes discutir sus ideas con los otros miembros del grupo".

Lacan en su Proposición de 9 de octubre escribía en relación a esta especie de "Komintern": <<El efecto inducido de la estructura así privilegiada se aclara aún más por agregársele la función en la Iglesia y en el Ejército del sujeto supuesto al saber. Estudio para quien quiera emprenderlo: llegará lejos.

-y continúa- Al atenerse al modelo freudiano, aparece de modo deslumbrante el favor que reciben en él las identificaciones imaginarias, y a la vez la razón que encadena al psicoanálisis en intensión a limitar su consideración, incluso su alcance.">>(14)

Tal vez de las instituciones hay que decir que son inventos y que éstos sirven en tanto sirven, como decía Jean Pierre Klotz: "Una invención no es pues un ideal, ni un fin, y menos aún un fin ideal, pero permite orientar el trabajo, afilar las herramientas, hacer avanzar."(15) Hay que preguntarse entonces, si el invento del Comité sirvió para orientar el trabajo, afilar la escucha con el desarrollo de la teoría y si realmente hizo avanzar al psicoanálisis. Por que ser guardián ¿de qué? ¿qué se ha de transmitir? No se trata tanto de ejercer una suerte de maternaje a la manera en que lo hizo Jones con la persona de Freud, hasta llegar a cumplir la demanda que le aparece a Freud en un déjà vu de estar entre los personajes del atrio de la Universidad de Viena [en 1955 regaló un busto de Freud con la inscripción famosa(16)] sino de hacer posible la transmisión de un discurso no universitario que hace posible la introducción del sujeto del inconsciente.

Una pregunta quisiera por último plantear a vuestra consideración ¿Cómo explicar que pudiera surgir la recuperación de Freud del olvido instituido?. Desde luego queda la escritura de Freud, pero ¿es esto suficiente la escritura de Freud para explicar a Lacan? ¿A qué fin llevó la escucha de Löwenstein? Da la impresión que los grandes avances hicieran saltar por los aires las instituciones que se supone han de salvaguardarlos. Mas, este interrogante cubre otra etapa temporal que más tarde, supongo, se analizará.

 

  • NOTAS
  • 1.- Manuel González y Blanca Fernández, De las reuniones de los miércoles de la Sociedad Psicoanalítica de Viena hasta la desaparición del Comité Secreto de los Siete Anillos. Cuadernos Andaluces de Psicoanálisis nº 25, p. 13-17)
  • 2.- LACAN, Proposición de 9 de octubre, p.17
  • 3.- E. ROUDINESCO, Jacques Lacan: esbozo de una vida. Anagrama P.116
  • 4.- J.L. GAULT, Para una epistemología lacaniana, en "¿Conoce usted a Lacan?, Paidos, p.194
  • 5.- Las reuniones de los miércoles en Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, Nueva Visión, T. I p.14
  • 6.- ibd. P. 289
  • 7.- J.P.KLOTZ, Lacan y los psicoanalistas que amaba, en "¿Conoce usted a Lacan?, p.124
  • 8.- Actas...T. I p. 309
  • 9.- ibid. P.17
  • 10.- FREUD, Historia del movimiento analítico, O.C. Vol.V, pg. 1922
  • 11.- ibid. P.1907
  • 12.- FREUD, H.M.A., p.1930
  • 13.- E. JONES, Freud, T. II p.360
  • 14.- LACAN, Proposición, p.22
  • 15.- ibid. P.124
  • 16.- Frase de Sófocles perteneciente a Edipo Rey: "Aquél que descifró los enigmas y fue varón muy poderoso"