Efectos equivalentes en los periodos medievales
Nuestra sociedad está experimentando una orientación neomedieval, que ya había sido anunciada hace varias décadas. El actual ciclo civilizatorio se va acercando poco a poco, pero de forma inexorable, a su fin, y entramos claramente en una época de transición.
Ya en los años treinta Nicolás Berdiaeff planteó la medievalización de la sociedad. En la década de los setenta, diversos trabajos en distintos ámbitos volvieron a coincidir en el diagnóstico: el geógrafo Giuseppe Sacco, el historiador Furio Colombo, el lingüista Umberto Eco y el sociólogo Roberto Vacca, por citar sólo los más conocidos de aquellos que lanzaron la voz, acuñaron la denominación de "Nueva Edad Media". El filósofo Jorge Ángel Livraga-Rizzi fue también uno de los primeros en detectar estos cambios, exponiendo su tesis sobre la Nueva Edad Media, para ofrecer un paradigma que sirviera para analizar el ritmo que iban tomando los acontecimientos.
Más recientemente, el escritor francés Alain Minc, apoyándose principalmente en las particularidades de los conflictos bélicos desatados en los Balcanes, volvió a subrayar los rasgos neomedievales de la situación que estamos viviendo en todo el mundo, destacando la serie de coincidencias que se dan entre el anterior período medieval, vivido por Europa después de la caída de Roma, y el actual. El choque producido por guerras como la de Bosnia o las nuevas de Afganistán e Irak han puesto de manifiesto que el mundo entero se está enfrentado bruscamente con una realidad que, hasta hace poco, veía un tanto lejana. Se ha comprobado cómo han caído los esquemas, cómo se han roto todos los moldes y manifestado una serie de parámetros de manera violenta. Alain Minc insiste mucho en ello en su libro y se centra en ese estereotipo que proporciona una guerra dolorosa y sangrienta que está precipitando la crisis de la civilización mucho más rápidamente de lo que se pensaba.
Todo esto es tema para reflexionar y mucho más interesante si lo analizamos en profundidad, no de una forma alarmista o catastrófica como podría resultar de un análisis superficial. Hay muchos elementos que nos pueden ayudar a conocer el momento tan especial en que nos desenvolvemos, a conocernos también un poco a nosotros mismos y así anticiparnos a los acontecimientos venideros, con una cierta tranquilidad de que podemos superar la prueba.
Podemos establecer, en primer lugar, una serie de elementos que nos ayuden a descubrir si los modelos utilizados en la Edad Media anterior nos pueden ser de utilidad para enfrentarnos a la que se avecina. Consideramos, con una visión histórica inspirada en el conocimiento tradicional, que el tiempo es curvo, que la Historia no manifiesta una linealidad en el sentido de que se vayan superando etapas en un progreso infinito, sino que más bien se nos plantea como una rueda cuyo continuo girar hace que nos encontremos ante ruinas de antiguas civilizaciones que nos sorprenden por su gran esplendor y conocimientos y que, sin embargo, cayeron y fueron sustituidas por otros modelos civilizatorios de muy bajos resultados positivos: momentos oscuros y decadentes que los historiadores han dado en llamar edades medias. En la Historia de la Humanidad ha habido momentos de esplendor y momentos de decadencia. Mientras en Europa estábamos sumidos en la Edad de Piedra, había otros lugares que disponían de grandes formas civilizatorias, donde las Artes, la Ciencia, la Religión o la Política conducían a los hombres a formas de vida perfectamente organizadas. De ahí que esta pretensión que se tenía en el siglo pasado, o incluso antes, de esa sucesión de etapas que llevaban a un mayor florecimiento y a una mayor perfección para la Humanidad, cada vez es sostenida por menos pensadores.
EFECTOS EQUIVALENTES EN LOS PERIODOS MEDIEVALES
Se pueden establecer una serie de paralelismos que nos van a llevar a la descripción de esta nueva situación neomedieval. A veces estos paralelismos se dan en oposición, puesto que las causas que los producen son equivalentes, pero no idénticas. Estamos hablando de procesos paralelos, no iguales. En la pasada Edad Media, por ejemplo, uno de los primeros signos más significativos es el tremendo descenso de la población. Esta crisis, sin embargo, que en la edad pasada fue producida por el hambre o las epidemias, tiene su polaridad opuesta en la superpoblación y el crecimiento demográfico que está afectando hoy principalmente a los países subdesarrollados, que son los primeros en notar los efectos del ciclo neomedieval.
También en el polo opuesto se encuentra la saturación de las ciudades frente al abandono de las mismas al comienzo de la Edad Media. Una vez que los bárbaros se apoderan de las bien organizadas ciudades romanas, que disponían de servicios y todo tipo de elementos de convivencia, los ciudadanos huían al campo, donde se atrincheraban, y así fueron creando pequeños núcleos para constituir lo que después serían los castillos feudales, punto de referencia del nuevo sistema y germen de las futuras ciudades amuralladas. Hoy en día, por el contrario, son ya muchas las ciudades saturadas, con más de 5.000.000 de habitantes, lo que causa verdaderos problemas de acumulación en los servicios, las comunicaciones e incluso en el propio estado psicológico de sus habitantes.
Este problema, que se plantea en los albores de la Edad Media, se ve ahora contrapuesto por el exceso de comunicación que hoy existe en todos los países civilizados. La comunicación excesiva es uno de los signos propios de nuestra época y hace que las consecuencias de esta situación de tránsito sean vividas por todos, lo cual es un elemento original, en tanto en cuanto el mundo se ha convertido hoy en lo que Mac-Luhan llamaba "la aldea global", donde nada que se produzca en cualquier lugar puede tener el aislamiento necesario para crecer. En tiempos del Emperador Carlomagno, cuando Europa vivía la Edad Media más dura -siglos V y VI-, donde todavía esas pequeñas semillas de un mundo mejor no habían germinado por falta de tiempo, había otros lugares de la Tierra que estaban en pleno auge, con unos elementos de civilización desconocidos en el mundo europeo. Es bien sabido cómo Carlomagno envió emisarios a Constantinopla para que trajesen expertos, artesanos y conocedores de los adelantos de la época.
En "El fin de la Historia y el último hombre", su autor, Fujuyama, plantea el hecho de que si hoy un país quisiera hacer una experiencia de laboratorio y dejar de utilizar los mecanismos científicos o los adelantos de la tecnología para trabajar en un medio totalmente descontaminado, al principio podría parecer fácil conseguir ese aislamiento, pero la experiencia estaría condenada al fracaso. Hoy el aislamiento es inviable, pues los medios de comunicación hacen que todo esté interconectado e interdependiente. Tendría que haber un consenso mundial que permitiera a un país pequeño hacer ese experimento, lo cual es una utopía.
Otro punto es la decadencia tecnológica. En nuestra sociedad de consumo, donde cada producto es sustituido con mucha rapidez por otro nuevo, se está produciendo una falta de conocimiento y de utilización de muchos de estos mismos productos que no se saben aprovechar debidamente. Ese exceso de producción tecnológica hace que aunque se esté en un nivel muy alto de producción, el grado de utilización de esa tecnología por parte de los individuos sea cada vez más bajo. Hay, no obstante, un sector de la población que sí continúa el ritmo de esa producción y mejora tecnológicamente, pero la gran mayoría cada vez se desmarca más y más de lo que se requiere para aprovechar esos avances. De ahí que lo que se produce en este sentido es como una especie de desalfabetización tecnológica por parte de los individuos, ante la súper especialización técnica que se está dando en los productos, y una infrautilización de los mismos. Entonces, quizá por exceso, se va a llegar a parecida situación.
Por otra parte, también sucede que la mano de obra especializada que requiere la fabricación de productos de alta tecnología, el abandono de la producción de elementos hechos con las manos, hace que la población que se requiere para estos trabajos sea casi de élite y, como consecuencia, queda una gran masa de gente que ya no sabe cómo resolver las incógnitas que plantean estos elementos altamente tecnificados, ni tampoco cómo crear algo más simple que los sustituya. Esa gente se queda desmarcada del proceso tecnológico. Es algo parecido a lo que sucedía en la anterior Edad Media cuando no había orfebres ni especialistas que supieran tallar las piedras o construir edificios y tuvieron que buscar -estamos hablando del renacimiento carolingio, que es el primero que intenta superar y sembrar esa semilla que sirva para salir de la barbarie- en otros lugares más civilizados a aquellos artesanos y constructores que le enseñarán a la población todas aquellas técnicas y elaboraciones que habían olvidado.
Los peligros en los caminos durante la Edad Media serían hoy comparables a esos peligros que también ahora tenemos en nuestros caminos, ya sea dentro de las ciudades o también fuera, y que producen un sentimiento generalizado de inseguridad, que es otra de las características de esta época de transición. De igual manera que el hombre medieval, cuando se ponía en camino, no sabía lo que podía ocurrirle, ni siquiera si iba a volver, poco a poco tal provisionalidad se adueña de nosotros, que ya no nos atrevemos a planificar con la racionalidad de hace no tanto tiempo, pues todo se ha vuelto mucho más inseguro y aleatorio.
El catastrofismo milenarista de la Edad Media, que pretendía que cuando llegara el año 1000 se iba a terminar el mundo y se preparaban todos directamente para esa finalización de los tiempos, también se puede comparar al catastrofismo de la amenaza nuclear, al miedo a la destrucción del planeta desde el punto de vista de la ecología, etc. Hoy tenemos también un cierto catastrofismo milenarista; a pesar de esa presunta racionalidad de la gente, todo el mundo se pregunta qué es lo que va a pasar mañana, se indagan las profecías, se buscan los que adivinan el futuro... Ese fantasma del fin de los tiempos atrae a la gente más de lo que parece.
Hay también paralelismos en el ámbito de la cultura. En la pasada Edad Media nos encontramos un ambiente de muchas discusiones, tremendas disputas escolásticas por mínimos matices en la expresión, grupos religiosos divididos, corrientes enfrentadas y duramente en pugna por pequeñas definiciones dogmáticas, por pequeños añadidos a ciertas frases evangélicas... En nuestro momento actual existe un exceso de formalismo intelectual; por establecer un pequeño matiz en una pequeña parte de un pequeño tratado de una pequeña rama de la ciencia, se producen profundas disquisiciones que son comprendidas por muy pocos y que no trascienden prácticamente en nada al resto de la sociedad, pero que apasionan y producen grandes polémicas entre los intelectuales.
Es interesante también subrayar el papel que desempeñaron los monasterios en la antigua Edad Media. Los monasterios fueron punto de referencia para la conservación de las ideas, del conocimiento, en un mundo embrutecido y barbarizado. Gracias a esos monjes bien organizados que copiaron a Platón, a Aristóteles o a los estoicos, se realizaron obras de arte y se conservaron muchos tesoros del mundo clásico. Umberto Eco considera que son las universidades actuales las destinadas a desempeñar ese papel en la nueva Edad Media. Giuseppe Sacco, por el contrario, subraya que, siguiendo el modelo de las microsociedades ascético-monásticas que florecieron en la Edad Media, la clave de los nuevos valores y códigos éticos va a estar en los grupos pequeños de idealistas con claridad de objetivos, con mucha imaginación y capacidad para sobrevivir en un medio muy hostil, autoabasteciéndose sin depender demasiado del exterior.
Los ejércitos privados al servicio de los "señores de la guerra", como se les llamaba en la Edad Media, tienen su paralelismo en la tribalización de las guerras actuales. En estos momentos, hay muchos conflictos que evidentemente no son una guerra clásica, en la cual existen bandos enfrentados, sino que hay una serie de pequeños ejércitos particulares de cada ciudad, con diferentes jefes pagados por individuos aislados, y que no obedecen a una estrategia general. Por eso es tan difícil llegar a acuerdos. Los acuerdos se plantean por la vía racional del sistema antiguo a través de interlocutores internacionales y de representantes del Estado. Pero lo que hoy funciona no son Estados, sino clanes, tribus, o a lo sumo ciudades enfrentadas entre sí. Este protagonismo de las ciudades también en un rasgo medieval. En la Edad Media los feudos, poco a poco, se convierten en burgos y ciudades que son las auténticas protagonistas, y en la actualidad también se están federando como se federaron entonces en la liga hanseática; se traspasan las barreras, tanto de regiones como de naciones, en esa descentralización paulatina que se va implantando. El estado-nación cada vez cuenta menos y se habla -por ejemplo- en el continente europeo, de la "Europa de Regiones" y de la "Europa de Ciudades".
La represión de los herejes es otro rasgo importante de la Edad Media. Todo aquel que pensara de distinta manera era eliminado, tras ser juzgado y acusado de hereje. Hoy se está dando esto mismo en la persecución, a veces artificial y a veces real, de los movimientos que se llaman sectarios, y también en la diabolización que se ha hecho de la palabra "secta". En la antigüedad, los grupos o sectas que se plantearon en el seno de las diferentes tendencias de la religión cristiana fueron innumerables, y aunque algunos simplemente se limitaban a subrayar algún aspecto de la doctrina, en otros casos se cometían verdaderas aberraciones, pero a todos sin excepción se les metía en el mismo casillero y se les acusaba igualmente de herejes. Ahora se está haciendo los mismo con la persecución de lo que se ha dado en llamar "sectas destructivas", integrando dentro de ellas a todo grupo que plantee algún tipo de alternativas o de nuevas perspectivas, y son perseguidas, no por una inquisición, sino que ahora la sociedad plantea otro tipo de inmolaciones. La manipulación de los medios de comunicación ha creado nuevos fantasmas de miedo y de terror, similares a los del Santo Oficio, pues se diabolizan igualmente los elementos, y con ello hay una condenación pública que convence a la gran mayoría. Eso produce, junto con la intransigencia que cada vez se da más en la Edad Media, una permanente descalificación: en el mundo medieval abunda esa opresión permanente o ese estado de agresividad que vive la sociedad. Esto se generaliza en una intolerancia total hacia cualquiera que piense de distinta manera que uno. Es un dogmatismo, ya sea en materia religiosa o política, que se palpa en el ambiente.
Los castillos fortificados en la Edad Media, las murallas que aparecen en torno a ellos y al núcleo de población que los rodeaba, son fortificaciones que surgen ya en la época tardía, o sea, cuando empieza verdaderamente la Edad Media. Estos castillos fortificados tienen una correspondencia en la actualidad con los dispositivos de seguridad que cada vez proliferan más, ya sea en los edificios particulares o apartamentos, o en los organismos oficiales. Todos aquellos lugares donde puede residir el poder son sistemáticamente vigilados y filtrada toda persona que pueda tener acceso a ellos.
La elaboración del alfabeto en la época del Renacimiento Carolingio fue uno de los instrumentos que ayudó enormemente a salir de la barbarie al mundo europeo de entonces. Hay que decir que nadie sabía leer ni escribir, ni siquiera el mismo Carlomagno: tuvo que poner a sus monjes, dirigidos por Alcuino de York, a elaborar un nuevo alfabeto.
Por otra parte, la lengua común que se buscaba y que, mal que bien, todo el mundo hablaba en la Edad Media -no sólo los más cultos, pues también era necesaria para el comercio y otros determinados menesteres-, era ese latín que poco a poco fue deformándose y constituyendo las lenguas romances. Hoy día es bastante claro que esa lengua hegemónica es el inglés. Es una especie de imposición, propia de esa aldea global, que todo el mundo tiene que aceptar si pretende acceder al mundo científico o simplemente viajar por distintos países o estudiar cualquier carrera universitaria.
Otro paralelismo estaría entre las justas y torneos medievales y nuestras actuales competiciones deportivas. Las ciudades del Medievo vivían prácticamente aisladas entre sí. Los castillos, esas pequeñas sociedades feudales, vivían independientes y se encontraban con ocasión de las justas y torneos. Umberto Eco considera que las grandes competiciones deportivas tienen algo de ese sabor medieval en cuanto a su capacidad para movilizar el entusiasmo de las gentes y su identificación con los colores. Al igual que en las justas y torneos, los partidarios de unos u otros se catalogan por los colores que portan y por la adscripción; es una identificación, un entusiasmo movilizador lo que une a esas masas por encima de las pequeñas agrupaciones sociales.
Podemos plantear algunas posibles soluciones ante esta inexorable medievalización de nuestra sociedad. Hay que decir que no existen paradigmas, panaceas infalibles ni recetas globales, por la misma razón de que no es un mundo homogéneo el que tenemos entre las manos, sino cada vez más fragmentado y heterogéneo, como es propio de todos los períodos medievales. De ahí que no se pueda decir que la solución tenga que ser económica, cultural o religiosa.
Jorge Ángel Livraga afirma que una de las posibles soluciones reside en la creación de módulos de supervivencia, y añade: "Cada cual tiene que tratar, en lo posible, de rescatar todo aquello que sea válido, para sí y para los demás". Es decir, ante una imagen histórica como es la de la Nueva Edad Media, lo único que cabe también es una actitud y una imagen histórica que implique una forma de comportamiento que sea la de ese hombre neomedieval que va buscando las semillas salvadoras. Se trata de una actitud mental, todo un planteamiento de rescate de todo lo bueno, bello y justo. Livraga afirma asimismo: "Tenemos que aprender a vivir aun a través de las deficiencias que ya va planteando la sociedad medieval". Aprender a vivir en otro nivel, no el que nos empuja hacia una sociedad de consumo alocado y confort, donde todo funciona, sino en una sociedad donde hay deficiencias: ser capaz de anticipar la posibilidad de un fallo eléctrico sin que esto nos desestabilice, la posibilidad de una escasez de combustible, de una carestía de alimentos, de una inseguridad cada vez mayor, sin que ninguna de estas deficiencias del sistema nos limite a nivel psicológico. En un saber cómo comportamos ante la xenofobia, ante la intolerancia o la persecución de los que piensan de otra manera.
Así podremos hacerle frente sin peligro de perder irremisiblemente muchos de esos logros que ha ido acumulando el hombre a través de los siglos: logros culturales, técnicos, científicos, morales y espirituales, que son patrimonio de la Humanidad y que no podemos dilapidar de ninguna manera, pues ellos son los que van a servirnos para que, cuando venga el nuevo giro de la Historia, podamos llegar un poco más lejos de lo que hemos sido capaz de llegar la Humanidad hasta ahora.
FACTORES QUE CARACTERIZAN LOS PERIODOS MEDIEVALES
La Edad Media no se plantea en realidad como un período histórico sino, más bien, como una imagen histórica, es decir, un ambiente, un estado de ánimo generalizado, donde hay una serie de factores, de estructuras comunes que se dan siempre en todas las edades medias, las cuales nos permiten identificarlas como tales. No todo es destrucción, no todo es caída o declive; al ser un momento enormemente activo y de gran transitoriedad, se producen también en ese tiempo iniciativas o tendencias positivas que van a servir para superar el gozne. Esa es la apasionante carrera en la cual todos estamos comprometidos; descubrir en ese tiempo de cambios y confusión aquellas semillas que van a servir para que se supere el ciclo, porque toda Edad Media lo sabemos ya también por el estudio comparativo que hemos hecho de las anteriores, lleva en sí el germen de lo que va a ayudar a superarla.
- Una paz que se desmembra. Es ese "Status quo" de un cierto equilibrio que teníamos hasta que la Unión Soviética se deshizo en fragmentos. Había un cierto entente entre las dos grandes potencias, que Umberto Eco llama la pax americana, rememorando la "pax romana" del antiguo Imperio. Es muy complicado hablar de esa "pax", puesto que la Humanidad nunca ha conocido períodos de paz estable, pero digamos que, frente a la generalización de los conflictos que tenemos ahora, esa "pax" o guerra fría de los años sesenta era una convivencia bastante más controlada de lo que es ahora. En definitiva, ese sería el primer factor: una paz que se desmembra o un conflicto que se generaliza.
- Invasiones e inmigración. Unos "bárbaros" que presionan, ya sea desde dentro, con nuevas ideas, o desde fuera, tratando de integrarse en el sistema. Estos son los inmigrantes, todos los refugiados de distintos países, que huyen de las guerras y presionan las fronteras de los países que se definen a sí mismos como más civilizados. No son invasiones violentas o guerreras -a lo largo de la Historia vemos que no todas lo han sido a golpe de espada- sino movimientos de pueblos, gentes que viven precariamente y van buscando, sencillamente, un lugar donde poder sobrevivir.
- Descentralización de la estructura social y crisis del control central de los sistemas. Este es quizá uno de los elementos fundamentales, donde más coinciden los analistas del momento actual. Las instituciones revisten un carácter accesorio ante los intereses privados en pugna. El gran aparato del Estado pierde cada vez más capacidad de control y se produce una feudalización, en cuanto que las instituciones se vacían cada vez más de contenido y son mantenidas de manera artificial. El poder se va desplazando hacia otros grupos laterales que no están integrados dentro de los grandes aparatos constitucionales, lo cual implica un protagonismo de los intereses privados frente a un Estado Central y racional propio del siglo XIX.
- Las ciudades se fragmentan en barrios. La "vietnamitación del territorio", lo llama el historiador Furio Colombo. En esta fragmentación sucede que quedan territorios como "tierras de nadie", lugares donde puede suceder de todo, donde no hay seguridad ni ningún tipo de utilización prevista para ese espacio. Dice textualmente Alain Minc: Espacios inmensos regresan a un estado salvaje, la ilegalidad se reinstala en el corazón de las democracias más avanzadas, las mafias no aparecen como arcaísmos en vías de desaparición, sino como una forma social en plena expansión. Una parte de las ciudades se escapa a la autoridad del Estado y se sumerge en una inquietante extraterritorialidad. Millones de ciudadanos en el corazón de las sociedades más ricas y más sofisticadas se mueven en la oscuridad y en la exclusión; nuevas bandas armadas, nuevos ladrones, nuevas tierras incógnitas, ahí están todos los ingredientes de una Nueva Edad Media.
- Sentimiento generalizado de inseguridad ante el futuro. Esta característica afecta sobre todo a los ciudadanos que se sienten muy identificados con el sistema. Los que viven más en la psicología medieval pueden tener dos tendencias:
a) Sabiéndolo, tratar de sobrevolarlo todo un poco, es decir, identificarse en el papel de buscador de todo lo que pueda ser semilla válida para el futuro.
b) Dejarse llevar y reproducir el estereotipo medieval, identificarse con él y seguir la corriente histórica.
Tanto los primeros como los segundos tienen un rasgo en común, que es la sensación de inseguridad ante lo que va a ser el día de mañana, además de la inseguridad física por las agresiones por falta de vigilancia en los barrios marginales.
- Tendencia a que los datos del saber sean traducidos a imágenes; habrá una élite, que será la "cultura docta", y una gran mayoría a la que pertenece la "cultura popular". Los primeros, los intelectuales más capaces, van a sentir constantemente la llamada de la divulgación hacia esas masas populares y van a intentar traducir en imágenes sus ideas, para hacerlas asequibles. Esto ocurrió en la Edad Media pasada y en la actualidad también se da, puesto que cada vez proliferan más las enciclopedias o vídeos donde se cuenta, de manera sencilla y comprensible, todo el acervo que el conocimiento ha llegado a producir culturalmente.
- Gusto por la recopilación y el inventario, por la tendencia a acumular objetos, unos por simple coleccionismo y otros por un sentido más profundo. En los ámbitos culturales, éste es quizá uno de los elementos más positivos y que más ha beneficiado la conservación de objetos de valor. En aquellos primeros monasterios medievales se guardaba cualquier cosa que se pudiera encontrar: lo mismo una lápida funeraria de la antigua Roma que un códice del que no entendían nada.
- Cultura de la readaptación continua, de la transición permanente. Podemos decir, con Alain Minc, que la Edad Media se caracteriza por un estado de confusión y de deseo. Los estudiosos de estas teorías nos indican cómo los sistemas actuales de la sociedad están cayendo cada vez más en puntos de desequilibrio, y a pesar de sus esfuerzos por defenderse de esa inestabilidad, van inexorablemente hacia un estado general de caos. De ahí que, curiosamente, los estudios más avanzados en las ciencias contemporáneas sean precisamente sobre el caos y el principio de incertidumbre: hay una relación muy directa entre la motivación de los pensadores o científicos y las tendencias que tiene la Humanidad. No deja de ser significativo que en un momento en que se está produciendo ese estado de confusión cada vez más generalizado, sean precisamente los estudios de la Física del Caos los más vanguardistas. ¿Es que se capta esa forma mental, que está produciendo la Humanidad en conjunto, con su situación de transición de un tiempo a otro?
- El deterioro de las calzadas romanas, de las vías de comunicación del antiguo Imperio, tendría su paralelismo hoy con la contaminación del medio ambiente. Nuestro entorno se va deteriorando hasta el punto de que los elementos naturales, los bosques, las aguas y hasta el aire que respiramos están amenazados debido a la contaminación cada vez mayor que sufrimos. Cada vez es más escasa el agua potable, y las carreteras ofrecen la amenaza de una contaminación permanente.
- La escasez de alimentos que se produce en la antigua Edad Media, desgraciadamente, se está produciendo también ahora en los países superpoblados tercermundistas, además del deterioro creciente que experimentan los alimentos desnaturalizados y convertidos a veces en productos cancerígenos en los países más desarrollados.
- El fenómeno de las peregrinaciones y viajes en la Edad Media, ese ponerse en camino, ir a los Santos Lugares, a Santiago, a las ermitas y romerías, o ir simplemente en busca de nuevas perspectivas a grandes núcleos de población, las compara Umberto Eco con el auge que tiene en nuestro días el turismo de masas, los movimientos de población en busca de conocer otras tierras y otros mundos.
- En la antigua Edad Media teníamos el misticismo mendicante, es decir, aquellos iluminados que iban por los caminos predicando y buscando adeptos. Hoy tenemos otros "místicos", falsos ocultistas que prometen un mundo maravilloso, un paraíso, que enseñan doctrinas y salvaciones de tipo mesiánico, tal como se producían en aquel entonces.
- Las epidemias de enfermedades incontrolables constituyen otro de los síntomas visibles de esa estructura medieval que se adueña de todo. La aparición de virus aún no identificados, que se renuevan con continuas mutaciones produciendo enfermedades contagiosas, para las que el tan alabado poder de la medicina moderna no encuentra vías de curación, produce un estado de confusión y de angustia ante lo desconocido, muy similar al que vivieron nuestros antepasados.
- La pobreza y la mendicidad son otro punto de convergencia. En la Edad Media fue tan enorme que hasta los artistas de comienzos del Renacimiento las reflejaron en sus obras. Este estado de marginación, de grandes "bolsas de pobreza", existe hoy en todas las grandes ciudades, y poco a poco, el nivel de pobreza va creciendo en todas partes. En la actualidad existen países enteros, naciones consideradas pobres.
- La amenaza del Islam, utilizada como elemento propagandístico cuando interesa, es otra de las coincidencias que encontramos. El avance del Islam fue vivido como una amenaza por las micro-estructuras medievales, e igualmente, en este momento, el integrismo islámico viene a ser una amenaza directa ante el sistema; los propios países de la influencia islámica lo ven también como una amenaza para ellos, sobre todo aquellos que se pasaron al sistema racional e industrializado del mundo occidental.
María Dolores F.-Fígares
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